Este deseo de convertir la vida en un espacio de humanidad.
No podemos hundirnos en la depresión, porque es, de alguna manera, un lujo que no pueden darse los padres de los chiquitos que padecen el hambre. Y no es posible que nos encerremos cada vez con más seguidores en nuestros hogares.
Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra la que están en peligro.
La solidaridad adquiere entonces un lugar decisivo en este mundo acéfalo que excluye a los diferentes.
(palabras de Ernesto Sabato)
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