22 noviembre, 2011

Prohibido ser curioso.
El conocimiento es pecado. Adán y Eva comieron los frutos de ese árbol; y así les fue.
Algún tiempo después, Nicolás Copérnico, Giordano Bruno y Galileo Galilei sufrieron castigo por haber comprobado que la tierra gira alrededor del sol.
Copérnico no se atrevió a publicar la escandalosa revelación, hasta que sintió que la muerte estaba cerca. La Iglesia Católica incluyó su obra en el Índex de los libros prohibidos.
Bruno, poeta errante, divulgó por los caminos la herejía de Copérnico: el mundo no era el centro del universo, sino apenas uno de los astros del sistema solar. La Santa Inquisición lo encerró ocho años en un calabozo. Varias veces le ofreció el arrepentimiento, y varias veces Bruno se negó. Por fin este cabeza dura fue quemado, ante un gentío, en el mercado romano de Campo dei Fiori. Mientras ardía, le acercaron un crucifijo a los labios. Él volvió la cara.
Unos años después, explorando los cielos con los treinta y dos lentes de aumento de su telescopio, Galileo confirmó que el condenado tenía razón. Fue preso por blasfemia. En los interrogatorios, se derrumbó. En alta voz juró que maldecía a quien creyera que el mundo se movía en torno del sol. Y por lo bajito murmuró, según dicen, la frase que le dio fama eterna.(Eduardo Galeano, Espejos)

Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable.

(Eduardo Galeano)

19 noviembre, 2011

Quería saber si tus manos podrían
Pintar la sonrisa que me faltó
Porque hoy mi sombra
Me arrastrado hasta la luz del sol.